APOYAR A LOS HIJOS EN LOS ESTUDIOS
Por fin, después de muchas
peticiones y cavilaciones, nos decidimos a escribir sobre este tema que tanto
apasiona a padres y madres y que tan poco nos gusta concretar en una receta. Esta
vez nos hemos decidido porque vamos a basarnos en las conclusiones del encuentro
de padres y madres del viernes 24 de octubre.
La base de nuestra reticencia a
escribir sobre este tema es que no hay una receta universal: cada niño es
diferente, cada familia y cada entorno son únicos y, lo que dificulta aún más
el tema es que “apoyar a los hijos en los estudios” no significa lo mismo para
todos los padres y madres que se plantean cómo hacerlo. Aquí tenéis algunas de
las infinitas equivalencias y matices que tiene la meta de ese enunciado:
Que mi hijo
Apruebe
Saque buenas notas
Sepa organizarse
Se esfuerce
Trabaje solo
Aprenda de formas distintas y sobre muchos temas
Mantenga
su curiosidad
Sea disciplinado
Sea responsable
No deje todo para última hora
La cuestión es que, para llegar a una meta
1.
Hay que concretarla
2.
Hay que saber y tener en cuenta de dónde
partimos
3.
Hay que planificar un camino que nos lleve de un
punto a otro
4.
Desarrollarlo en el tiempo
5.
Y saber cómo evaluar si estamos acercándonos al
objetivo
Para tener un poco más claro qué
era eso del aprendizaje, de enfrentarse a una tarea y hacerlo en una situación
grupal y cuáles podrían ser los sentimientos de nuestros hijos e hijas acerca
del tema, hicimos un pequeño juego. Las conclusiones fueron que:
Nos
influyen las experiencias previas de éxito o fracaso
Nos
colocamos en situación competitiva (comparativa) y eso nos bloquea
Nos da miedo tener éxito por si eso
hace que “nos suban el listón”
Sentimos
curiosidad
Y deseo de experimentar el logro
(éxito) por nosotros mismos sin que interfieran en nuestro proceso
Que
nos influye lo que piensan los demás (o creemos que piensan) de nosotros o lo
que nos han dicho que somos.
Con este punto de partida, y ya
metidos en la situación emocional de nuestros hijos frente a sus tareas escolares nos preguntamos para qué y por qué era importante para
nosotros que mejoraran su rendimiento y cuál podría ser el peso de nuestras
expectativas y de las etiquetas con las que cargan en la escuela y en la
familia.
Os invitamos a
reservaros unos minutos de silencio e interiorización, serenad vuestra mente concentrándoos
en la respiración y dejad que afloren imágenes de vuestros hijos (hacedlo una
vez para cada hijo o hija) desde su concepción, o incluso antes: ¿cómo los
imaginabais antes de que nacieran? ¿Cómo imaginabais su desarrollo? ¿qué os ha
hecho sentir frustrados? ¿Cómo los describís cuando habláis con otros? ¿qué
cosas disculpáis porque pensáis que están fuera de sus posibilidades? ¿Qué cosas
no valoráis porque pensáis que sus capacidades son mayores? ¿cómo querríais que
se portaran ahora? ¿cómo los imagináis dentro de 5 años? ¿y de diez? ¿y de 25?
Sobre el tema de las etiquetas
con las que limitamos las posibilidades de los niños surgió el comentario de
que “SI responden a una realidad”, y es casi cierto: normalmente decimos que
nuestro hijo es despistado “porque” pierde las llaves, olvida los libros, etc…
pero, al etiquetarle le cerramos las
posibilidades de cambiar; ES despistado y,
contra esa esencia, poco puede hacer así que se abandona más y más con lo que
se hace cada vez más merecedor de la etiqueta y por tanto se identifica más con
ella.
Qué distinto sería si todos considerásemos el error cómo fuente de aprendizaje y en vez de dar por
sentado que si se equivocó una vez lo hará más veces buscáramos con él o ella la
estrategia para evitar el error la próxima vez (llevar las llaves cogidas a la
ropa, tener una lista de comprobación para la mochila…)
Y esto es lo primero que podemos
hacer para apoyar a nuestros hijos: ayudarles
a identificar y definir con claridad y concreción los problemas y a encontrar y
definir estrategias para solucionarlos.
Por otra parte, habréis visto
que, aunque no seamos conscientes, todos
tenemos expectativas sobre nuestros hijos:
que estudien una carrera, que sean buenas personas, que se casen o tengan
pareja, que tengan niños, que tengan éxito en la vida, que ganen dinero… Es inevitable que generemos esas
expectativas en mayor o menor grado; pero cuanto más claras son para nosotros mejor
podemos evitar trasmitírselas a nuestros hijos como una imposición.
Así que, después de todo esto,
os invitamos a clarificar y definir vuestros objetivos y a discutir las posibles estrategias de cambio CON
vuestros hijos:
EL
PROCESO:
1.
Identificar el
problema
2.
Comunicar a nuestro
hijo nuestros sentimientos acerca del problema de forma concisa
3. Escuchar y reconocer los sentimientos de vuestro hijo
4.
Fijar un momento de
común acuerdo para abordar el problema
5.
Anotar TODAS las
soluciones que se os ocurran (mejor que empiece vuestro hijo. No es el momento
de discutirlas ni de descartarlas)
6.
Discutir las
soluciones
7.
Llegar a un acuerdo
sobre cuál vais a poner en práctica
8.
Definir cómo, cuándo
y quién va a hacer qué
9.
Fijar un plazo para
evaluar los resultados
10.
Celebrarlo o repetir
el proceso para cambiar de estrategia
¡Ánimo, os sorprenderá el
resultado!
Para los que estáis más
enfocados al tema de la organización y la planificación, en unos días
colgaremos otra entrada sobre cómo hacer un
horario de trabajo y cómo cumplirlo.
Para todos: el próximo encuentro de madres y padres será el viernes
14 de noviembre a las 18:00. No olvides inscribirte previamente enviándonos un correo.